21.5.12

Dicen que las alegrìas, cuando se comparten, se agrandan

Mi percepción a medida que envejezco es que no hay años malos. Hay años
de fuertes aprendizajes y otros que son como un recreo, pero malos no son.
Creo firmemente que la forma en que se debería evaluar un año tendría más
que ver con cuánto fuimos capaces de amar, de perdonar, de reír, de
aprender cosas nuevas, de haber desafiado nuestros egos y nuestros apegos.
Por eso, no debiéramos tenerle miedo
 al sufrimiento ni al tan temido
fracaso, porque ambos son sólo instancias de aprendizaje.

Nos cuesta mucho entender que la vida y el cómo vivirla depende de
nosotros, el cómo enganchamos con las cosas que no queremos, depende sólo
del cultivo de la voluntad. Si no me gusta la vida que tengo, deberé
desarrollar las estrategias para cambiarla, pero está en mi voluntad el
poder hacerlo. “Ser feliz es una decisión”, no nos olvidemos de eso.

Entonces, con estos criterios me preguntaba qué tenía que hacer yo para
poder construir un buen año porque todos estamos en el camino de aprender
todos los días a ser mejores y de entender que a esta vida vinimos a tres
cosas:
-a aprender a amar
-a dejar huella
-a ser felices

En esas tres cosas debiéramos trabajar todos los días, el tema es cómo y
creo que hay tres factores que ayudan en estos puntos:

-Aprender a amar la responsabilidad como una instancia de crecimiento. El
trabajo sea remunerado o no, dignifica el alma y el espíritu y nos hace
bien en nuestra salud mental. Ahora el significado del cansancio es visto
como algo negativo de lo cual debemos deshacernos y no cómo el privilegio
de estar cansados porque eso significa que estamos entregando lo mejor de
nosotros. A esta tierra vinimos a cansarnos,....... para dormir tenemos
siglos después.

-Valorar la libertad como una forma de vencerme a mí mismo y entender que
ser libre no es hacer lo que yo quiero. Quizás deberíamos ejercer nuestra
libertad haciendo lo que debemos con placer y decir que estamos felizmente
agotados y así poder amar más y mejor.

-El tercer y último punto a cultivar es el desarrollo de la fuerza de
voluntad, ese maravilloso talento de poder esperar, de postergar
gratificaciones inmediatas en pos de cosas mejores. Hacernos cariño y
tratarnos bien como país y como familia, saludarnos en los ascensores,
saludar a los guardias, a los choferes de las micros, sonreír por lo
menos una o varias veces al día. Querernos.

Crear calidez dentro de nuestras casas, hogares, y para eso tiene que
haber olor a comida, cojines aplastados y hasta manchados, cierto desorden
que acuse que ahí hay vida. Nuestras casas independientes de los recursos
se están volviendo demasiado perfectas que parece que nadie puede vivir
adentro. Tratemos de crecer en lo espiritual, cualquiera sea la visión de
ello. La trascendencia y el darle sentido a lo que hacemos tiene que ver
con la inteligencia espiritual.

Tratemos de dosificar la tecnología y demos paso a la conversación, a los
juegos “antiguos”, a los encuentros familiares, a los encuentros con
amigos, dentro de casa. Valoremos la intimidad, el calor y el amor dentro
de nuestras familias.

Si logramos trabajar en estos puntos y yo me comprometo a intentarlo
habremos decretado ser felices, lo cual no nos exime de los problemas,
pero nos hace entender que la única diferencia entre alguien feliz o no,
no tiene que ver con los problemas que tengamos sino que con la ACTITUD
con la cual enfrentemos lo que nos toca.

Dicen que las alegrías, cuando se comparten, se agrandan.
Y que en cambio, con las penas pasa al revés. Se achican.
Tal vez lo que sucede, es que al compartir, lo que se dilata es el corazón.
Y un corazón dilatado esta mejor capacitado para gozar de las alegrías y
mejor defendido para que las penas no nos lastimen por dentro.

MAMERTO MENAPACE monje benedictino y escritor

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QUEMA LA BASURA



No permitas que las cosas sucias del pasado contaminen tu presente. Despues de cerrar una bolsa de basura la reabres para revisar lo que tiene dentro?

Generalmente sólo revisamos la basura si algo de valor se hubiera perdido , porque lidiamos con la hipótesis de haberlo tirado sin querer. Si no es ése el caso, lo que se fue a la basura no lo veremos más y ni siquiera nos acordaremos de todo lo que está embolsado y listo para salir de nuestra casa.

Si esa bolsa se queda con nosotros por algunos días, y la reabrimos por cualquier motivo, el olor será insoportable, microbios existirán a montones y nuestra salud podría verse severamente amenazada.

Lo mismo sucede cuando guardamos y removemos todo lo malo que ya pasó por nuestra vida. Siempre que dejamos que nuestra mente se pierda en malos recuerdos, estamos reabriendo una "bolsa de basura". Es probable que se encuentre allí la causa de muchas enfermedades físicas y mentales.

Vuelve un poco tus pensamientos hacia aquéllos que ya te hicieron algún mal, y mira cómo te sientes.

Vuelve a ver las ofensas, los resentimientos, las rabias, los desencantos, las desilusiones, las decepciones, y piensa en el "olor" que tiene todo eso. Es así que remueves la basura guardada dentro de ti.

¿Hace cuánto tiempo que está guardada allí? ¿Por cuánto tiempo todavía la guardarás?

Pregúntate: "¿Para qué me sirve toda esa suciedad?" Observa honestamente la respuesta. La suciedad atrae más suciedad, basura atrae más basura, recuerdos nocivos atraen miseria material, física y espiritual.

¿Es éso lo que deseas para ti mismo?

Coloca tus pies en el limpio suelo del presente: es el camino para un limpio y feliz futuro. Agárrate a tus metas, busca realizar tus sueños, guarda los tesoros ya recibidos.

Tú mereces ser feliz.

Por una vida más digna, por un futuro mejor, arroja lo que es basura en la basura.

¡Y quema la basura